jueves, junio 13, 2024
Elena
Era una mañana como cualquier otra. El sol se filtraba por las cortinas del hospital, proyectando sombras danzantes sobre la cama y las Paredes del cuarto de hospital piso 8 habitacion 8M02 mientras miraba por la ventana sintiendo ese olor a hospital que tanto odiaba. El sonido de los autos afuera y el suave susurro del viento en la ventana llenaban el aire de una familiaridad rara aunque reconfortante. Pero ese día, una llamada cambió todo.
El teléfono sonó, y al otro lado, la voz de mi hermana dandome el diagnostico de mi madre se quebraba mientras pronunciaba palabras que se desmoronaban en mi oído: "Es cáncer". Sentí como si el suelo desapareciera bajo mis pies, dejando un vacío insondable en su lugar. Mi corazón se aceleró, el ruido de los autos dejó de sonar y el mundo se volvió extraño, casi irreal.
Decidí salir a caminar para despejar mi mente necesitaba gritar, necesitaba decir: ¿otra vez hijueputa? ¿es en serio? . Los árboles y la montaña verde que estaban en frente parecían diferentes ahora. Los verdes y frondosos, testigos silenciosos de mis miradas esa semana, se tornaron sombríos. Las risas de la gente afuera en la carretera resonaban en mis oídos como ecos lejanos, y cada pareja paseando de la mano parecía ajena a la fragilidad de la vida.
Fui al primer piso para respirar había mucha gente , doctores, gente enferma, vigilantes... caminar entre esos pasillos con un nudo en la garganta me dio una sensación de normalidad, pero la gente alrededor tenía una apariencia extraña. sus caras brillantes y tranquilas parecían burlarse de mi tristeza, y las conversaciones triviales de las otras personas me parecían absurdas. Tomé una botella de agua y, al examinarla, me encontré preguntándome cuántas más podría compartir con mi madre.
En casa, traté de concentrarme en que todo iba a estar bien tome la computadora pero. Las letras en la pantalla se desdibujaban, formando palabras que ya no tenían sentido. Las tareas rutinarias, que antes realizaba sin pensar, ahora eran montañas imposibles de escalar. Sentí que estaba atrapado en una versión distorsionada de mi propia vida, donde cada momento cotidiano estaba teñido de la sombra de la enfermedad.
Al caer la noche, llego el momento de ir a casa de mi madre y alistar.. tarjetas ok,que el cdt ok, que una plata ok yo solo seguiría las instrucciones que ella me daba al otro lado del telefono como un estúpido robot no comí aunque le dije que si. Los aromas de esa casa donde habia vivido se entrelazaban con recuerdos de cenas pasadas, de conversaciones con mi madre alrededor de la mesa. Me senté en su. cama a mirar su fotografia, y cada milimero de imagen sabía a nostalgia y tristeza. Me di cuenta de que incluso las actividades más simples, como respirar y tragar saliva, habían adquirido un peso emocional insospechado.
Terminé el día acostado en su cama, mirando el techo, donde las sombras se movían como espectros. Cerré los ojos y traté de encontrar consuelo en los recuerdos de tiempos más felices. Aceptar la noticia de la enfermedad de mi madre era un proceso que apenas comenzaba, y sabía que, aunque el mundo parecía haber cambiado en un instante, la vida seguiría avanzando, un día a la vez.
En medio de lo surrealista y lo doloroso, me prometí a mí mismo que encontraría la fuerza para acompañarla en esta batalla, enfrentando juntos cada nuevo amanecer.
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